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2015, el año del desarrollo sostenible

La III Conferencia Internacional sobre Financiación del Desarrollo celebrada en junio en Addis Abbeba; la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en septiembre, y la Cumbre del Clima celebrada en París a principios de diciembre, han hecho de 2015 el año del renacer del desarrollo sostenible.

Cuando el sábado 12 de diciembre la COP21 de París se cerró con un acuerdo histórico para luchar contra el cambio climático tras trece días de negociaciones, se cerraba un año que se había marcado como crítico para el impulso del desarrollo sostenible. Los 195 países que participaron en la Cumbre del Clima aprobaron el borrador definitivo en el plenario de la COP21 con el denominado Acuerdo de París , que es vinculante para todos los países y que se comprometen a disminuir los gases de efecto invernadero.

El objetivo principal del acuerdo es mantener el aumento de la temperatura en este siglo muy por debajo de los 2 grados centígrados, e impulsar los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura incluso más, por debajo de 1,5 grados centígrados sobre los niveles preindustriales de 1850, el límite estipulado internacionalmente contra los peores impactos del cambio climático. Además, se acordó poner en marcha un fondo climático de 100.000 millones de dólares anuales (78.000 millones de euros) para los países menos desarrollados, que se nutrirá con fondos provenientes de los Estados, las organizaciones internacionales y el sector privado a partir de 2020, que deberá ser revisado al alza antes de 2025.

Como todo acuerdo, fue reconocido como un gran paso por muchos, pero también dejó voces críticas que esperaban más.

ODS

La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en la sede de la ONU en Nueva York entre el 25 y el 27 de septiembre, se cerró con la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que reemplazarán a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) a partir de 2016. Los ODS son la nueva guía del desarrollo global hasta 2030 y suponen una oportunidad única para acabar con la pobreza y el hambre, combatir la desigualdad y luchar contra el cambio climático. Los 17 objetivos y 169 metas que se han fijado para los próximos 15 años, desde 2016 hasta 2030, fueron consensuados tras tres años de negociaciones entre los países miembro de la ONU, ONG y sociedad civil, y comprometen a los Estados a desarrollarlos de manera voluntaria, al igual que a las empresas u organizaciones.

Financiamiento de países en desarrollo

A mediados de julio, la capital de Etiopía, Addis Abbeba, acogía la III Conferencia Internacional sobre Financiación del Desarrollo que se culminó con la Agenda de Acción de Addis Abeba para implementar la agenda de desarrollo sostenible en los países con menor nivel de desarrollo, vinculado a la aprobación de los ODS de septiembre. Al igual que en la COP21, hubo voces críticas, sobre todo desde la organizaciones sociales, como Oxfam que esperaban más.

Encíclica del Papa

Previo a la aprobación de los ODS y la Cumbre del Clima del París, el Papa Francisco publicó su segunda encíclica, Laudato si’ en denuncia el maltrato que las sociedades han dado al planeta en los últimos siglos y hacía un llamamiento a la unidad global “en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”.

Consciente de los logros conseguidos por los movimientos ecológicos mundiales, el Papa invitaba a abrir un nuevo diálogo sobre la construcción actual del planeta. En esta línea, en el primer capítulo del documento, titulado Lo que está pasando en nuestra casa, el pontífice se muestra impasible y hace un análisis crítico y devastador. En su análisis, el Papa aborda la conexión entre cambio climático y contaminación, la mala gestión del agua, la pérdida de la biodiversidad, las desigualdades entre regiones ricas y pobres y la débil reacción por parte de mundo político y económico ante la crisis ecológica.

José Luis Fernández Fernández, director de la Cátedra de Ética Económica y Empresarial (ICADE) de la Universidad Pontificia Comillas,. analizó así la esperada encíclica.

Volkswagen

Desde que el jefe de Volkswagen en Estados Unidos, Michael Horn, admitiese a mediados de septiembre que la compañía había “metido la pata” por haber manipulado el software para reducir el impacto de las emisiones de CO2 de sus modelos diesel de su principal marca VW y su división de Audi en Estados Unidos, la gestión ética, sostenible y reputacional de la compañía alemana y de las compañías globales volvió a ponerse en entredicho, como otros escándalos empresariales recientes, Lehman Brothers, Enron, Artur Andersen o Parmalat.

En menos de cuatro meses, el escándalo ha saltado a los vehículos fabricados en todo el mundo, se llevó por delante al presidente de la compañía Martin Winterkorn, las acciones se desplomaron, el Dow Jones Sustainability Index excluyó a la compañía del principal índice de global sostenible y el Pacto Mundial de Naciones Unidas también la expulsó como socia. Las ventas en Estados Unidos han descendido más de un 25% en este periodo, aunque en Europa no tanto, mientras que el mundo de la ética empresarial se sigue reafirmando en que el comportamiento responsable de las organizaciones es el modo más adecuado para hacer los negocios, cuando se le cuestiona sobre el lavado de imagen que la Responsabilidad Social.

VÍA/CORRESPONSABLES